El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, bañando las calles de un suave brillo dorado. La temperatura había bajado un poco, pero el aire seguía siendo caluroso y húmedo. En un pequeño café cerca del río, dos personas se encontraban sentadas en una mesa al lado de la ventana. Ambos llevaban años sin verse, pero el tiempo parecía haber pasado por alto sus rostros.
Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento, cuando dos vidas se cruzaron de nuevo. El hombre, Juan, había sido un amigo cercano de la mujer, Sofía, en su juventud. Crecieron juntos en el mismo barrio, compartiendo secretos y aventuras en la adolescencia. Sin embargo, después de la universidad, sus caminos se habían separado. Juan se había mudado a otra ciudad para trabajar en una empresa, mientras que Sofía se había quedado en su ciudad natal para dedicarse a la pintura.
La reunión había sido un accidente. El había decidido visitar su lugar de nacimiento después de muchos años y había recibido un mensaje de Sofía en una aplicación de redes sociales. Ella había estado buscando a alguien con quien hablar sobre su arte y había visto su nombre en una lista de antiguos compañeros de escuela. La idea de reunirse había sido un impulso, pero Juan había aceptado sin pensarlo dos veces.
Sofía había llegado al café un poco antes que Juan. Había elegido un lugar tranquilo y soleado, con vista al río. Mientras esperaba, había mirado por la ventana y vio a Juan aparecer en la esquina. Su corazón había latido un poco más rápido al ver su rostro, más envejecido pero aún reconocible. Ella sonrió y salió al balcón para saludarlo.
Juan se había detenido en seco al verla. La mujer que había conocido en su juventud había cambiado, pero su sonrisa era la misma. Él había sentido un golpe en el pecho, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento. Sofía había venido hacia él, y él había sentido la necesidad de abrazarla, de sentir su calor y su energía.
Ahora, sentados, hablaban de sus vidas. Juan le contó sobre su trabajo en una empresa de tecnología y su familia. Sofía le habló de su arte, de sus exposiciones y de sus proyectos en curso. La conversación fluía con facilidad, como si no hubieran pasado años.
Mientras hablaban, el sol se había puesto por completo, y el café había empezado a iluminar la habitación con luces suaves. La temperatura había bajado un poco más, y el aire era fresco. La noche caía sobre la ciudad, y el río empezaba a brillar con una luz suave.
Juan y Sofía habían vuelto a encontrar su conexión, como si el tiempo no hubiera pasado. Sus vidas habían tomado diferentes caminos, pero su amistad había sido fuerte y profunda. Ahora, sentados en ese café, se sentían como si nunca se hubieran separado.
La noche había sido larga y emocionante: se habían reencontrado, y su amistad había sido reavivada. La reunión había sido un regalo, un recordatorio de que el tiempo no era más que una ilusión. La conexión entre dos personas era eterna, y la amistad podía sobrevivir a cualquier distancia o separación.
Por: Irune Altolaguirre
