Amar hacia los cuatro puntos cardinales es amar a mis hijos sin reglas y sin medida, pero con juicio. Mi amor a ellos es cierto y vivo, y contiene los matices que lo vivo ofrece en mil colores.
Mi amor tiene referencias espirituales y se da sin límites, más allá de las razones, sin buscar recompensa. Cada uno de mis hijos es único y yo busco darle a cada uno la porción que le toca.
Norte, sur, este y oeste, dirijo mi afecto adonde hay necesidad, sin límites y de alma abierta, para alimentar el latir de los corazones que me reciben con gracia y respuesta bella.
Amor en los pequeños detalles, despierta una respuesta vital que me colma y regocija. Pero mi amor sobrepasa el apego a mis hijos y se reparte generoso y abierto hacia diversos seres.
De a poco me voy abriendo al amor y expreso mi sentir a cada uno. No sabía que el punto de partida podía ser el amor al prójimo. Abrir el sentir a todos es la actitud que reina. Rey es el que ama hasta el colmo de su entrega. Amar es favorecer al otro en su dignidad y en su entrega, en detalles y sin medida, el colmo de la actitud que favorece.
En un acto que no retacea, el amor no mide lo que da ni busca un intercambio favorable. El acto de dar vale por sí mismo y contiene la recompensa.
A los cuatro puntos cardinales va mi sentir cálido y abierto.
¿Me será posible amar sin barreras ni excepciones?
¿Hasta dónde llegará vivo mi amor?
Por: Alberto Félix Suertegaray
