Recuerdo cuando me adueñé de él.
Después de un fin de semana de pasión y aislados del mundo, lo olvidaste en casa.
Dormí junto a él y tu perfume. Era mi amante, sólo hasta que volviéramos a reencontrarnos. Quedó guardado después en el tiempo.
Hoy lo extiendo sobre el piso, para ir dejando ahí todos esos recuerdos que queman mi memoria.
Pero si mi sueño de amor a tu lado se desvaneció, ya no quiero ese férvido recuerdo. No estás conmigo.
Recorro la casa…
Las vetas de la madera en el piso de cada habitación me llaman, me avisan y ruegan que las libere de su leñosa memoria, la que guarda en sus rendijas todas las veces que sostuvieron y rozaron mi espalda o la tuya.
Quitaré los leños de la chimenea y el silencioso tapiz que la acompaña. Afuera hace frío, adentro son inútiles. Ni todo su calor te devolverá a mí.
Tantos otros testigos tuvimos: prados verdes, flores, arenas…
Es imposible que todos los recuerdos tengan lugar en este resto que me quedó de tu presencia, pero tomo cada punta del inocente pañuelo mensajero, las anudo y se lo entrego a un Elfo, guardián del amor eterno, para que él lo mantenga vivo, sólo por si algún día tus recuerdos quieren venir a buscar los míos.
Por: Jenny A.M.
