Siendo un arquero que tensa su arco, preparo la punta de mi flecha para dar en el blanco.
Sin vacilar, la lanzo con mi cuerpo tenso y la mirada enfocada. Disfruto del gozo de actuar para dar al disparo la puntería que el ejercicio merece.
Esta vez he tenido un éxito mayúsculo, acertando en el centro del blanco con un tiro certero.
El placer se redobla porque el flechazo tiene un carácter salvaje y fiel.
Me calmo y estoy tranquilo. Voy a hacer diez intentos, cada vez más lejos y más rápido, con la musculatura trabajada.
Diez intentos de un mismo tiro… ¡Qué delicia!
Cada vez más lejos.
Espero a mi amigo Miguel para hacerlo juntos, cada uno con su arma.
Mientras tanto fumo un cigarrillo…
Manso y tranquilo me preparo para el desafío. Ambos hemos montado caballos elegidos que nos acompañan en la jugada.
Ejercicio de un placer masculino sin vuelta atrás.
Exprimo mi corcel para andar más rápido y, manteniéndome firme con mis piernas, apunto la flecha tensando mi arco, manteniendo contenida mi respiración.
¡Al blanco vamos!
Cabalgamos para observar los resultados del desafío. Si hubiera sido un combate habríamos salido victoriosos, pero no lamentamos no haber herido a nadie.
Ejercicio de arquería montado, sujeto con las piernas y brazos estirando el arco que despide las flechas mortales…
Por: Alberto Félix Suertegaray