El tiempo es un concepto casi abstracto, fascinante y complejo. Nos sumerge en una dimensión en la que la percepción se transforma y los momentos se suceden de manera única. A veces parece que vuela, como un ave majestuosa surcando el cielo, llevándonos rápidamente hacia el futuro. Otras, en cambio, se arrastra lentamente como un caracol que avanza parsimoniosamente hacia la eternidad.
Estamos atrapados en la paradoja de desear que el tiempo pase rápido cuando estamos indolentes, deseando fervientemente que se deslice con prisa. Sin embargo, también anhelamos que se detenga cuando somos felices, para aferrarnos a esos momentos de plenitud.
El tiempo es un recordatorio constante de lo efímero de la vida, a la par que muestra que nada es estático: todo fluye y se transforma. Cada segundo que pasa es irrecuperable, una oportunidad única que se desvanece en el pasado. Es un flujo constante que nos empuja hacia adelante, sin importar cuánto tratemos de resistirlo.
Pero, ¿qué es realmente el tiempo? Esta pregunta ha desvelado a filósofos, científicos y pensadores a lo largo de la Historia. Algunos lo consideran una ilusión, una construcción de la mente que da sentido a nuestra existencia. Otros creen que es una dimensión física, una entidad tangible que podemos medir y cuantificar.
No todo es linealidad en él. A veces, quedamos atrapados en recuerdos que parecen transportarnos al pasado, reviviendo momentos felices o dolorosos con una intensidad sorprendente. Otras, nos descubrimos anhelando ese pasado, deseando volver allí y cambiar decisiones que tomamos o experiencias que vivimos. El tiempo también puede ser relativo, ya que nuestra percepción de su paso puede variar según las circunstancias en las que nos encontremos.
Por otra parte, no es absoluto –según la ciencia- sino que está intrínsecamente ligado al espacio y puede ser afectado por la gravedad y la velocidad. Esto significa que transcurre de manera diferente para dos personas que se encuentren en lugares o situaciones distintas.
Relativo o absoluto, real o ilusorio, lento o veloz, cercano o lejano al concepto de eternidad, es –quizás- uno de los mayores enigmas del ser humano y, por lo tanto, intangible y misterioso.
Es, finalmente, un impostor que se camufla con distintas máscaras para confundirnos. Y lo consigue…
Por: Alberto Irazusta