En el laberinto de mi memoria. Donde las sombras de ayer se esconden. El olvido es un ladrón silencioso. Que roba recuerdos y deja vacíos.
Con dedos suaves como la niebla. Me despoja de lo que fue mío. Y en su lugar, un vacío profundo. Me deja con un sabor a nada.
Pero aún hay momentos en que la memoria me hace un regalo. Un recuerdo fugaz, un susurro. Que me hace sentir que no he olvidado.
Pero el olvido es un río que fluye. Y aunque trato detenerlo, no puedo porque es fluido. Que me lleva lejos de lo que fue.
Así que me quedo aquí. En este río. Donde el olvido me lleva lejos. Y trato de encontrar un puente. Para cruzar el río del olvido.
Pero el olvido es un laberinto. En el que no hay puente. Sólo sombras, Y trato de encontrar la salida. Pero me pierdo en el laberinto del olvido.
Y así, me quedo aquí. En este laberinto. Donde el olvido me rodea. Y trato de encontrar la salida. Pero el olvido es un laberinto sin fin.
Por: Irene Arresti
