«El ocaso de un hombre»

Escrito por Ángeles Insúa y pertenece al Taller de Creatividad Literaria. En homenaje a la memoria de Norberto Landeyro, quien fuera el conductor de este espacio.

En una tierra lejana y mágica, existió un hombre cuyo destino estaba entrelazado con el ocaso. Desde su nacimiento, su piel adquirió los colores dorados del sol poniente y sus ojos brillaban como las estrellas que emergen en la noche. Su nombre era Upper.

Vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques encantados y montañas imponentes. A medida que pasaban los años, el ocaso se volvía más evidente en su vida. Al atardecer, cuando el cielo se teñía de tonos naranjas y morados, Upper sentía una extraña conexión con ese momento fugaz.
Un día, mientras caminaba por el bosque, encontró a una anciana que habitaba en una pequeña cabaña, quien –sabiamente- le reveló la verdad sobre su destino: él era el último descendiente de una antigua estirpe de hombres alquimistas capaces de controlar el poder del ocaso.

Consciente de su responsabilidad, Upper se embarcó en un viaje para descubrir cómo usar este don único. Siguiendo las indicaciones de la anciana, llegó a una cueva secreta donde encontró un libro antiguo lleno de hechizos y conjuros relacionados con el ocaso.

Dedicó días enteros a estudiar aquellos escritos ancestrales mientras experimentaba con diferentes rituales mágicos al caer la tarde. Pronto aprendió a invocar sombras danzantes que bailaban al ritmo del crepúsculo y a crear ilusiones efímeras que se desvanecían como los últimos rayos de sol.

A medida que dominaba su habilidad, Upper comenzó a notar un cambio en el cuerpo. Su piel se volvía más luminosa y sus ojos adquirían un brillo aún más intenso. Pero también sentía una creciente fatiga, como si el poder del ocaso consumiera parte de su propia energía vital.

Al conocer los peligros que eso implicaba, decidió usar el don para proteger a su pueblo. Cuando las sombras amenazaron con invadir la aldea, él se enfrentó valientemente a ellas usando su conocimiento y la magia. Las luces doradas emanaban de su cuerpo mientras luchaba contra la oscuridad.

Pero cada vez que usaba sus poderes, sentía cómo una parte de sí mismo se desvanecía lentamente. El ocaso lo estaba consumiendo gradualmente hasta dejarlo agotado y débil. A pesar del sacrificio personal, continuó defendiendo a los suyos hasta que finalmente llegó el día en que ya no pudo resistir más.

En ese último atardecer, mientras el cielo ardía en tonos rojizos, Upper se despidió del mundo con una sonrisa serena en los labios. Había cumplido con su destino protegiendo a aquellos que amaba.

Desde entonces, la gente del pueblo cuenta historias sobre aquel hombre cuya piel brillante reflejaba la gloria del ocaso y cuyo espíritu valiente perdura en cada puesta de sol. El legado de Upper vive en sus corazones: es un recordatorio eterno de cómo el amor puede iluminar –incluso- los momentos más oscuros.

Por: Ángeles Insúa

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