Es el final del otoño, con sus tonos dorados
y sus sombras.
El sol se esconde detrás del horizonte.
El viento trae los últimos susurros de lluvia.
Las hojas secas crujen aún bajo los pies.
El aire todavía es frío y húmedo,
pero el otoño se va inexorablemente, y con él,
la luz mortecina y los tristes atardeceres.
Pero en este final hay algo de belleza
y de paz.
La vida comienza a vestirse de colores
y el mundo empieza a revivir.
El final del otoño es un momento de reflexión
y contemplación.
Es un momento para agradecer la vida,
para esperar el futuro.
Es un momento para crecer
y seguir adelante.
Disfrutemos sus bellezas y sus encantos
y permitamos que la naturaleza nos hable del ocaso
y de la resurrección.
Por: Inés Baldasarre