Cuando nací, no hubo Luna ni nada
…ni nada que uniera a los amantes.
Cuando hubo Luna la vez primera…
no hubo más sombras, y nada más
…nada más que dos.
Y entre ellos dos, los amantes y la Luna,
una triple alianza, divina…
en el comienzo, como también la Palabra.
Hubo Cielo, y pude ver su Fuego.
A los pies de la Luna, tu risa burlona
barrió las oscuras dunas del tiempo
y en el devenir… su brisa, los años, algunos
fantasmas desterrados en el templo de Momo.
Para idealizarte, tendré que enseñarte a volar.
No puedo ir a tu vanguardia, no podré menos
que ir adelante. No puedo lanzarte al aire,
sin desear de nuevo alzarte.
Podré tal vez, ceder al frío o tal vez…
no dejarte jamás volver, podré envejecer
y aun jamás un día ceder, como la Luna
a la alianza que en el viento no se ha de romper.
Por: Adolfo N. Scatena
