Daniela Natacha Morales, tiene 50 años. Hace 30 que se dedica a formar bailarines en diferentes estilos, asegura que la danza siempre fue su salvavidas. Es bailarina, coreógrafa y docente . Dirige la academia Natacha Danz en Cipolletti, que lleva ese nombre en honor a su abuela. Hoy es nuestra protagonista de MOTUS 4
Sole González: ¿Desde cuándo estás involucrada con la danza?
Daniela Morales: Formo bailarines desde hace 30 años, pero bailo desde chiquita. A los 3 años mi mamá me llevó a una academia y no lo dejé nunca.
SG: ¿Cómo fue formarse en ese momento?
DM: No había muchos lugares donde estudiar. En ese momento encontramos esa academia y después fui estudiando en Cipo, en otras academias. Cuando terminé el secundario me fui a Buenos Aires a un Conservatorio y luego estudié danzas españolas en Madrid. Fueron muchos años de estudiar la Danza Clásica sobre todo.
SG: ¿Por qué dedicaste tanto tiempo a esa escuela?
DM: Porque considero que es la base para poder bailar cualquier cosa, la madre de las danzas me gusta decir. Es la que te da la forma de entrenar y poner el cuerpo en cualquier otra disciplina.
Trabajas la respiración, el control de la musculatura, la coordinación, entrenás el oído. Yo creo que la música clásica nos prepara y estimula para ampliar la capacidad perceptiva, y que es fundamental el trayecto clásico para bailar.
SG: ¿Cómo llegaste a los ritmos caribeños?
DM: En mis últimos años en Madrid, conocí un grupo de bailarines cubanos, y me enamoré de esos estilos. Conecté con la fibra africana que tengo, me sentí identificada al vibrar con la percusión de la música, la coordinación y el ir sacando la “sabrosura” que se le dice. Yo pienso que es importante reconocer esas raíces ancestrales que tenemos e indagar en ellas para expresarnos.
SG: ¿Cómo es la clase de Ritmos Latinos?
DM: paseamos por varios estilos: cha cha cha, rumba, merengue, salsa, bachata, un poco de danza afro. A medida que pasan los años, las danzas se van fusionando, incluso con otras danzas, el contemporáneo, por ejemplo, aporta a todos los lenguajes, o el clásico te permite fusionar en otros estilos.
SG: ¿Quiénes son las personas que se interesan por éstos espacios?
DM: En general, viene gente más grande. De 30 para arriba, parejas, gente adulta que necesita desconectar de las rutinas personales, partir un poco esa vorágine diaria, creo que vienen a la clase a reconectar con el placer, con las endorfinas. Yo veo a la gente transformarse en las clases, es mágico.
SG: ¿A vos, qué te pasa cuando bailas?
DM: Cuando bailo, para mi se detiene el tiempo. Me dejo llevar por lo que la música va haciendo en mi cuerpo y le voy dando todo a esa sensación, me dejo llevar. Para mí es lo más cercano a la felicidad.
SG: Y entonces, ¿qué pasa si no nos movemos?
DM: Bailar es bueno para el físico, para las endorfinas, las hormonas, la circulación, para las funciones cerebrales. También es una manera de salir de un estado de tristeza , de un problema o algo que no es agradable. A mi me ha pasado que vencì momentos tristes de mi vida, bailando. El movimiento ha sido siempre un canal para volver a mi eje.
«Yo recomiendo bailar, para una mejor calidad de vida.»
Propongo encontrar el movimiento donde sea, en una clase, en una práctica cotidiana. Recomiendo mucho bailar, moverse para mantener la vitalidad.
SG: Ahora que decis vitalidad, pienso, ¿las personas adultas mayores se acercan? ¿Qué beneficios les aporta?
«Bailar a cualquier edad te renueva, mantiene el espíritu joven»
DM: Sentìs el poder que da bailar, moverse y sobre todo encontrar el goce en eso. Creo que el factor del placer es fundamental, a nivel físico, espiritual. Cada quien transita su proceso, lo importante es no anteponer limitaciones mentales y hacerlo si nos da gusto.
SG: ¿Y sentís que hay mucho prejuicio, por ejemplo, con la edad para bailar?
DM: Hay un proceso, que por suerte se viene viviendo, siento que avanzamos en ese sentido, ahora la gente se acerca y participa más. Pero igual, creo que es el principio de ese proceso, aún nos falta integrar más, dejar de ver a una persona mayor como alguien que “ya no puede” cosas. Repito, bailar nos renueva a cualquier edad.
SG: Trabajás con personas desde muy niñas hasta adultas mayores, ¿Qué es lo mas lindo que te ha tocado vivir en estos acompañamientos?
DM: He formado a muchas chicas que están bailando afuera, o están haciendo carrera en IUPA, otras dan clases en pueblos más pequeños y cambiar la vida de otra gente. Eso para mi es maravilloso, colaborar en el encuentro de esa vocación. Yo las veo crecer, mis estudiantes se quedan muchos años en la academia, me siento muy bendecida por ésta profesión, por nunca haber tenido que elegir otro trabajo. Mis comienzos fueron sacrificados, tomando colectivos a cualquier hora, con el frío, calor, con un bebé que fue creciendo en esa vida; pero siempre tuve la convicción de que éste era mi camino. Cuando veo a las chicas lanzarse a la danza como modo de vida, me siento afortunada, como un logro personal, pero compartido.
Me gustaría decirles a todas aquellas personas que lo están dudando, que se puede vivir del arte, que se animen a jugársela por lo que les hace bien y que el arte es trabajo y se puede vivir de lo que uno ama.
Leé la entrega anterior de los especiales de «MOTUS»
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