Busco tu rostro en la profundidad de mis recuerdos,
allí donde se ocultan aquellos que se niegan a venir
los más remotos, constituyéndose en los misterios
que condicionan la acribillada capacidad de mi existir.
Por décadas deambulando en laberintos estrechos,
sin temor al fauno o a mi perpetuo cautiverio feliz
sostenido en el añoso placer impío de los engaños,
avanzando encadenado a una verdad ceñida en mí,
condenado al destierro emocional de un fantasma
que espera por años a su amor que no ha de venir.
Tenue, fugaz, pasó tu rostro por mí esta madrugada
cual agonizante estrella que cae a la distancia, sola
tu luz, también tenue, fugaz, surcó los cielos de mi memoria
para traer desde las profundidades de mi ser, tu ser.
El día continuó nublado, nublado en mis ojos grises,
la vista dejó de surcar los filos rojizos del horizonte
para adentrarse taciturna abstraída en tu búsqueda,
en tu encuentro que se aleja en cada giro del planeta.
No convocaron tu nombre los poetas, solo te diluyes
en la intrínseca memoria que se va buscando tu estrella.
Mas, por más que viaje nunca jamás la encuentra.
Porque el tiempo no es una afrenta en mis recuerdos
sino una cobarde forma de sobrevivencia.
Sin usted,
día a día muero…
Por: Guillermo Saavedra
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