«Los hermanos Grimm», para niños y algo más

«Había una vez…» dos filólogos y folcloristas alemanes, autores de una celebérrima recopilación de leyendas populares titulada «Cuentos infantiles y del hogar» (1812-1822). Si bien los relatos no surgieron de su creatividad, gran parte de su enorme éxito mundial como transcriptores y compiladores de la tradición cuentística oral procede, precisamente, de su criterio (novedoso en la época) de respetar al máximo la frescura y espontaneidad de los cuentos tradicionales, aunque suavizadas.

Por: Norberto Landeyro

Antes de 1800

Jacob y Wilhelm Grimm (nacidos en 1785 y 1786, respectivamente, en Hanau, Alemania) eran los dos hermanos mayores de un total de seis (nueve, según algunos autores), hijos de un abogado y pastor de la Iglesia Calvinista. Tras las huellas de su padre, estudiaron Derecho en la Universidad de Marburgo (1802-1806), donde iniciaron una intensa relación de trabajo y amistad con el poeta y folclorista Clemens Brentano, quien los introdujo en la poesía popular, y con el jurista e historiador del derecho Friedrich Karl von Savigny, el cual los inició en un método de investigación de textos que los formó para sus trabajos posteriores. Otra influencia mayor fue la exaltación de la literatura anónima tradicional del filósofo Johann Gottfried Herder, que reafirmó sus ideas sobre la poesía y la narrativa del pueblo, a la que concedían un valor superior a la literatura culta ya que -aseguraban- era «la genuina expresión del espíritu popular».

Los hermanos Grimm

Entre 1812 y 1822, los Grimm -filólogos, investigadores culturales, lexicógrafos y escritores- publicaron los «Cuentos infantiles y del hogar» (Kinder-und Hausmärchen), una colección de relatos recogidos de diferentes tradiciones a menudo conocida como los «Cuentos de Hadas de los Hermanos Grimm». El gran acierto fue mantener en esta publicación el carácter original de los relatos, preservando su frescura popular. A esta recopilación le siguió otra de leyendas históricas germanas entre 1816 y 1818.

A partir de ese momento siguieron, durante unos pocos años, trayectorias separadas: Wilhelm se centró en el estudio de la tradición medieval, mientras que Jacob se orientó hacia la filología con un importantísimo trabajo sobre historia de la lengua, «La gramática alemana» (1819-1837), que ejercería gran influencia en los estudios contemporáneos de lingüística histórica y comparada.

En 1829 los hermanos se trasladaron a la Universidad de Gotinga, y luego, invitados en 1840 por el rey Federico Guillermo IV de Prusia, a la de Berlín, en calidad de miembros de la Real Academia de las Ciencias. Allí comenzaron su más ambiciosa empresa, el «Diccionario Alemán» (Deutsches Wörterbuch), un riquísimo y complejo trabajo del que editaron solamente el primer volumen. La continuación de esta magna obra requirió los esfuerzos de varias generaciones de estudiosos, y no fue completada sino hasta comienzos de la década de 1960, tal era su envergadura; un monumental trabajo de 32 tomos.

Los famosos cuentos

Forman parte de la colección de Jacob y Wilhelm Grimm más de doscientos cuentos, entre los que figuran narraciones tan famosas como «La Cenicienta» (Aschenputtel), «El príncipe rana» (Der Froschkönig), «La pastora de ocas» (Die Gänsemagd), «Hansel y Gretel» (Hänsel und Gretel), «Rapunzel» (Rapunzel), «El enano saltarín» (Rumpelstilzchen), «La bella durmiente» (Dornröschen), Caperucita Roja (Rotkäppchen), «Blancanieves» (Schneewittchen), «El Gato con Botas» (der Gestiefelte Kater), «Juan sin miedo» (Johann ohne Furcht), «Pulgarcito» (Däumling), «El sastrecillo valiente» (Das tapfere Schneiderlein) y muchísimos más.

Caperucita Roja en una antigua edición ilustrada inglesa

Al transcribir estos cuentos procuraron conservar fielmente no solo su trama, sino también el tono y las expresiones que utilizaban aquellas personas. Si bien en algunos casos tuvieron que intervenir para aclarar pasajes ambiguos o confusos, respetaron al máximo la espontánea sencillez de la narración y su estilo oral, inaugurando con ello los métodos etnográficos modernos. Tal rigor carecía de precedentes: hasta entonces, los autores cultos y los literatos (como Johann Karl August Musäus) se habían servido de los cuentos populares como una estructura básica o punto de partida para efectuar una reelaboración estilística y literaria, en la que podían engarzarse, además, divagaciones morales o alusiones poéticas.

De la mayor parte de las fábulas puede desprenderse una enseñanza moral o una lección práctica, pero el encanto y valor de estos relatos reside ante todo en su auténtica inspiración popular.

Las mujeres

Dorothea Viehmann, hija de un inmigrante frances que residía en las cercanías de la ciudad de Kassel, fue quien más historias aportó a la recopilación de Jacob y Wilhelm, y vale la pena decirlo, la mayoría de las historias fueron relatadas a los hermanos precisamente por mujeres, mayores y de la alta burguesía influenciadas por su educación afrancesada, y también campesinas.

Uno de los íconos de la literatura germana, Johann Wolfgang von Goethe, apenas hubo leído «Cuentos infantiles y del hogar», escribió a Charlotte von Stein que estaban hechos «para hacer felices a los niños», y puede considerarse como un gran acontecimiento literario de principios del siglo XIX alemán, porque desde entonces se convirtió en el libro por excelencia de la infancia de ese país, con el cual generaciones y generaciones aprendieron a leer.

Además, el éxito de las traducciones acabó por convertirlo en universal: en el segundo centenario de su publicación se estimaba que se habían editado mil millones de ejemplares en ciento setenta idiomas, una difusión superior incluso a la obra de otro gran clásico de la literatura infantil, el danés Hans Christian Andersen.

El cine y los hermanos Grimm

En cuanto a la trascendencia mundial de la obra de los hermanos Grimm, es indudable que el empuje de las películas de Disney y las series en la televisión, tanto en este siglo como en el pasado, contribuyeron aun más, por si hubiera hecho falta, a la difusión en todo el planeta.

La combinación de la recopilación científica de Jacob y la reelaboración estilística de Wilhelm, produjo la magnífica obra que todos conocemos y que ocupa un puesto importante en la literatura occidental.

Análisis

El notable escritor y filósofo vasco Fernando Savater, analizando -entre otras- la obra de los hermanos Grimm, planteaba en 2019 (Diario El País, Madrid, España) algunos interrogantes al asegurar: «Chesterton señaló que “la literatura es un lujo, pero la ficción es una necesidad”. A esta necesidad responden los cuentos de todas las épocas y latitudes. La ciencia intenta calzar el universo dentro de nuestra razón y los cuentos tratan de embutirlo en nuestra imaginación».

«Ambos propósitos son imprescindibles para garantizar el mejor funcionamiento y el sentido de la aventura humana. Releyendo los cuentos de los hermanos Grimm, muchos de los cuales conocemos casi desde la cuna (por cierto, siguen hoy contándose a los niños?, se codean Pulgarcito, el Sastrecillo Valiente, Blancanieves, Caperucita, Los Tres Cerditos y su correspondiente lobo con los videojuegos y las series de Netflix?), me he dado cuenta de que la mayoría de ellos gira en torno a la promesa incumplida».

«Ya saben, la que se hace para ganar un premio, huir de un peligro o salir del paso; la de camaradería de la princesa al sapo para recuperar su bola de oro, la del molinero al diablo que implica a su pobre hija, la de la mitad de su reino que hace el rey a quien le devuelva cierto tesoro, la que nos esclaviza cuando parece liberarnos y por eso no la queremos cumplir».

Como puede apreciarse, los cuentos de Jacob y Wilhelm Grimm, además de la merecida fama alcanzada a lo largo de dos siglos, dada su complejidad (pese a su aparente ingenuidad y simpleza) han ofrecido la posibilidad a numerosos estudiosos y literatos de adentrarse en las profundidades del saber popular.

Más opiniones

En el mismo sentido analítico, Ricardo Guzmán Wolffer, escritor, dramaturgo y poeta mexicano, también se refiere a la obra de los hermanos alemanes en su trabajo «Dos siglos de actualidad». Allí señala que «desde la primera edición, la intención de los escritores fue hacerlos “infantiles”, que en parte se logró por las adaptaciones en las que se han ido suavizando los argumentos originales, como sucede, por ejemplo, con “Caperucita Roja” pues a la inversa de la versión original recogida oralmente, el lobo no se come a la niña, ni le rellenan con piedras el estómago, y hasta puede que ni se muera. Esa gradual reducción de la crudeza se dio desde las primeras publicaciones de los Grimm».

«Habrá algunos, como la historia de “Hansel y Gretel”, donde podríamos percibir una variante para preservar el orden familiar: la relación de la madrastra y los hijos de la pareja; es ella quien urde el plan para abandonar a los niños en medio bosque, con el argumento de que es mejor que mueran ellos dos y no los cuatro. Algunos tratadistas refieren que en el texto original era la madre quien los abandonaba, pero que la censura prefirió hacer de la madrastra la malvada, para respetar la figura materna como fuente de bondad. Y eso que en otros cuentos la madre es terrible. Convenientemente, cuando los niños vuelven con el padre arrepentido, la madrastra ha muerto, y entonces sí viven felices para siempre».

Agrega Guzmán que «podría culparse a las películas de Walt Disney de rebajar el nivel de muchos cuentos de los Grimm, pero no son los únicos censores. Además, es verdad que los niños prefieren la seguridad de los textos sencillos? Es discutible, si se conviene en que puede ser más divertido que la reina mala de “Blanca Nieves” muera al ser obligada a bailar sobre las brazas ardientes, luego de que la protagonista escupiera la manzana envenenada que milagrosamente ha conservado en la garganta, y que arroja cuando el príncipe se lleva el ataúd de cristal para contemplar a esa muerta hermosa en su castillo y por error el féretro cae contra el suelo. Si se parte de la base de que el príncipe cree muerta a la envenenada, resulta bastante discutible suponer que esté enamorado del cadáver».

Colorín colorado…

Como todos los cuentos de los hermanos Grimm, esta historia debe tener un final. Casi ningún cuento infantil existiría hoy sin la obra de ellos. No los inventaron pero los rescataron la tradición popular, les dieron su impronta y los pusieron por escrito.

La primera edición apenas se vendió, y no llegó al público que ellos pretendían, los intelectuales alemanes, sino a los niños. A partir de allí, fue una explosión literaria y prontamente se tradujeron al inglés, y Jacob y Wilhelm comenzaron a suavizar las historias, las hicieron menos cruentas, eliminaron la sexualidad explícita, el maltrato y abandono de los padres (habitual en la época) con la finalidad de que fueran accesibles a todos.

Estos investigadores de los misterios del lenguaje pagaban por los relatos que escuchaban y los etiquetaban y clasificaban, como verdaderos bibliotecarios del saber popular.

Hasta el final de sus vidas (Wilhelm murió en 1859 y Jacob en 1863, ambos en Berlín), continuaron trabajando en su gigantesco Diccionario Alemán, otro legado a la cultura universal.

Fuentes consultadas: Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Hermanos Grimm. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España).
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