«Amor en los tiempos del Corona»

-Entonces… ¿Vas a venir? Te espero ansiosa… no podemos cortar esto. Fue tan hermoso volvernos a encontrar después de tanto tiempo. Podemos retomar ese amor que significó tanto para los dos. No me importa que te hayas casado; repaso nuestras conversaciones por chat y creo no equivocarme si digo que tenés tantas ganas de verme como yo a vos. No podemos seguir esto por las redes, encontrémonos, besémonos como antes, hagamos el amor como esa noche mágica; fue sólo una vez pero quedó en mi piel y en mi memoria para siempre. ¿Te acordás cuando me pasabas a buscar a la salida del trabajo y nos íbamos a la placita del ferrocarril? Nos escondíamos entre los eucaliptus para hablar y acariciarnos sin que nadie nos viera. Sí, ya sé… ¡Otra vez me vas a decir que se terminó por mi culpa! Sabés tanto como yo que el tema de la diferencia de edad y el vivir en Frontera, un pueblo tan chico, nos complicaba a los dos. En ese entonces, que yo tenga treinta y vos veinte fue suficiente motivo para que nos criticaran como si estuviéramos haciendo la peor cosa del mundo. Sentí que te estaba perjudicando, entonces decidí venirme a Buenos Aires. Y lo hice sin avisarte, para que no me buscaras. Eran otros tiempos… si hubiéramos tenido la posibilidad de comunicación que tenemos ahora, lo nuestro no hubiera terminado. Por suerte pude encontrarte en Face y… ¡Acá estamos otra vez! Yo acabo de llegar de España, ¿Te acordás que te conté que me iba? No pude mensajearte en esos días, la señal era muy mala porque iba de un lado a otro. Llegué ayer y lo primero que pensé fue en hablarte y pedirte que vengas a Buenos Aires para vernos, podés quedarte en mi departamento o te busco un hotel, no sé, vos me dirás. Te prometo que lo pasaremos muy bien. Traje de Madrid una lencería muy hot que voy a estrenar con vos. Háblame, por favor, y contame que decidiste. ¿Qué estás haciendo ahora? Mándame alguna foto. Yo me voy a acostar, creo que me hizo mal el aire acondicionado del avión, me duele la garganta y tengo un poco de tos. Me tomo un analgésico y… ¡a la cama! Muchos besos. Te espero ansiosa.

-Me convenciste, está bien, voy a ir. Dame un par de días para que arregle mis cosas. Tengo que inventar algo bien groso para Lorena… Imaginate, ¡yo no voy jamás a Buenos Aires! Tengo que pensar bien qué voy a decirle. Hace un año y medio que nos casamos y no nos separamos nunca. No quiero que sufra, me aguantó muchas ya. Además está el laburo…pero, bueno, eso es más fácil porque me deben unos días de franco. Tengo que armar todo bien porque vos sabés como es este pueblo, todos me conocen y, si alguien se entera, meterme en un lío es fácil. Para vos no es problema porque estás allá pero yo tengo que seguir mi vida acá, en Frontera. Y sí… cómo no voy a tener ganas de verte, de acariciarte toda, de hacer el amor con vos, de revivir todo eso que tuvimos. Si no te compromete paro en tu departamento. Ahora estoy en casa, me encerré en el baño para hablarte. No es buen lugar pero… ¡igual va la foto! Te dejo. Lorena me está llamando. Después te aviso en qué cole y a qué hora llego. Cuidate. ¿No te habrás agarrado esa peste que dicen las noticias, no? Ja ja ja. Te lo digo en broma. Te mando un beso a cuenta de todos los que te voy a dar.

-¡No saben lo que fue! ¡Nos prendimos fuego! No salimos del departamento en todo el fin de semana. La encontré mucho mejor que antes. Más de ciudad, yo que sé. Nada que ver con las mujeres de este pueblo. Y en la cama… ¡ni hablar! Y eso que estaba un poco engripada. Quedamos en seguir viéndonos cuando pudiéramos. Sin compromisos ni nada. Es una tipa de mundo, no le interesa complicarme la vida. Me trajo un perfume de España. ¡Una barbaridad! A Lorena le dije que se lo había comprado a una compañera del laburo y que era trucho. Che, esto lo saben ustedes nada más. Mis amigos de toda la vida. Respetemos el trato que tenemos. ¡Lo que se habla en los asados de los viernes… queda en los asados! ¿Vieron qué lío hay con esa enfermedad? Esos chinos de mierda que comen cualquier cosa, mirá vos la peste que desataron… Menos mal que Frontera queda lejos de todo. ¿Alguien tiene a mano una aspirina? Siento que la cabeza me quema…

-¿Está seguro que Fito no va a saber quién lo denunció? No quiero perder la amistad, somos como hermanos. Pero, bueno, nos contó que pasó el fin de semana en Buenos Aires con esa mujer que había estado en España, que ella no se sentía bien, que tenía síntomas como de gripe. Y esa noche, cuando terminó el asado, él tampoco estaba bien, para mí tenía fiebre. Yo me puse a pensar en todo lo que había visto en los noticieros, empecé a buscar en Internet y leí cómo se propaga el virus, me agarró miedo, ¡Yo había estado con él! Yo y cinco amigos más. ¿Puede ser, doc, que él esté enfermo? ¿Puede ser que nos haya contagiado algo? Iba a ir hoy al hospital pero como usted es amigo de papá y, además trabaja ahí, decidí llamarlo por teléfono para contarle.

-¿Qué hacés? ¿Cómo andás? Menos mal que ninguna de las dos dimos de baja el teléfono fijo. Yo no me hallo con el celular. Los chicos me regalaron uno para mi cumpleaños pero no termino de entenderlo. Y encima ahora que estamos aisladas. ¡Qué me contás del kilombo que se armó! ¡Hasta salimos en los diarios nacionales! Yo estoy furiosa. A mi edad y que me prohíban salir a la vereda. Ahora mismo estoy mirando por la ventana y no pasa ni un perro. Y todo por culpa de ese atorrante de mierda. ¡Mirá vos que contagiarse por ir a ver a esa zorra! ¿Te acordás de ella, no? Pero síiii, era la secretaria del bioquímico Codellari, tenés que acordarte. Después se fue a vivir a Buenos Aires. Acá, en Frontera, se había acostado con medio mundo, y el mocoso éste estaba loco por ella. Cuando se fue, él parecía un alma en pena. Al tiempo, se puso de novio con la Lorena que, digamos la verdad, es una tonta y siempre supo que era una cornuda. ¿Pero vos no te enteraste? Lo primero que hizo el Fito cuando llegó de Buenos Aires fue contarles la aventura a sus amigotes, entonces uno se avivó y lo denunció al hospital. El doctor Sánchez, que es el director, llamó al intendente y con la policía fueron a buscarlo al Fito. Me contó mi sobrina que es enfermera, que se armó un terrible escándalo. Ahí nomás le hicieron el hisopado y la mandaron al Malbrán a analizar. A los cinco días tuvieron el resultado…¡Se había pescado el Coronavirus! Enterarse de eso y que den órdenes para aislar al pueblo fue todo uno. Conclusión: nadie puede irse de la ciudad y nadie puede entrar de otro lado. Pero entre nosotras… yo no creo que sea tan peligroso como dicen… voy a ver si esta tarde salgo por el patio, por esa cortada de atrás, ahí no anda el patrullero… ¡me muero por ir al kiosco a jugar un numerito! Le voy a jugar al 32, la edad del estúpido del Fito. Si gano, compro unas sidras, y te invito a festejar cuando este despelote termine.

Por Alicia Beatriz Scaglia
Taller de Creatividad Literaria

Comentarios