Cómo es comprar libros después del Coronavirus

Después de atravesar una primera fase de venta online, el 11 de mayo las librerías argentinas pudieron abrir sus puertas y los lectores festejaron la posibilidad de volver a buscar sus títulos preferidos, aunque fue un festejo agridulce, ya que pocas cosas volvieron a ser como antes: el miedo a exponerse, la obligación del distanciamiento social y en algunos casos la imposibilidad de recorrer los anaqueles en busca de aquel ejemplar anhelado, cambiaron radicalmente la experiencia de comprar libros.

Mientras los centros comerciales permanecerán cerrados por tiempo indefinido, fueron únicamente los locales a la calle los habilitados quince días atrás por el Gobierno para volver a comercializar sus productos, respetando las precauciones para minimizar el riesgo de contagio, en el marco de la pandemia del coronavirus.

¿Cuáles son esas medidas obligatorias de cuidado e higiene? ¿Cómo reaccionaron estos primeros lectores a la hora de comprar libros? ¿Cuáles son los títulos que más se pidieron durante estas dos semanas? Y finalmente, ¿cómo imaginan los libreros el futuro?

Jorge González es el director comercial del Grupo Ilhsa, la mayor cadena de librerías de la Argentina, con 53 locales distribuidos a lo largo del país, ocho con la marca El Ateneo (entre ellas El Ateneo Grand Splendid, una de las librerías más bellas del mundo) y 45 con la marca Yenny.

El directivo remarca que de todos estos locales han vuelto a abrir únicamente un 15 por ciento, y en ninguno de ellos la actividad ha vuelto a ser como antes de la pandemia.

Las sucursales de esta cadena, que en su mayoría tienen superficies de medianas a grandes, deben cumplir estrictas medidas de higiene y precaución, «las mismas que los comercios en general: -detalla González a Télam-: una persona por cada quince metros cuadrados de local, uso de barbijos, máscaras, alcohol en gel y mamparas en las cajas”.

¿Qué expectativas tiene el grupo a futuro? “Recuperar cierta normalidad, poder mantener las fuentes de trabajo de seiscientas familias y esperar. Este será un año muy difícil, pero si estamos en este mercado hace más de un siglo es porque somos militantes del optimismo”, sostiene.

Sobre los títulos más vendidos de estas dos semanas de regreso a la actividad comercial, González no advierte una tendencia diferente a la de antes del cierre de locales. El ranking semanal elaborado por la cadena de librerías está encabezado por “Catedrales”, de Claudia Piñeiro, seguido por “Nutrición y genética” de Jorge Dotto y “Lo mucho que te amé”, de Eduardo Sacheri. Otros autores que integran la lista de los diez libros más vendidos son nombres frecuentes: Isabel Allende, Gabriel Rolón y Stephen King.

Quizá las razones por las que poco haya cambiado desde el pasado 20 de marzo, cuando se decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio en toda la Argentina, es precisamente porque desde ese momento las editoriales suspendieron sus planes de publicación, e incluso muchos libros que habían sido impresos no pudieron ser distribuidos y llegar a las librerías; a partir de ahí no hubo nuevos grandes lanzamientos al mercado, situación que las editoriales esperan poder revertir pronto.

Juan Pablo Aisenberg, socio de la cadena Librería Santa Fe, cuenta que de sus cinco locales el único que permanece cerrado es el del shopping porteño Alto Palermo: “Estábamos por abrir uno nuevo antes de la cuarentena, cosa que estaremos haciendo en los próximos días”, adelanta.

Acerca de las medidas de cuidado, agrega “barbijos para todo el personal, alcohol en gel y diluido al 70 por ciento para la limpieza de superficies y trapos con agua y lavandina para la limpieza permanente de pisos y suelas de zapatos, además de marcas en el piso para la distancia social y un máximo de personas en el local de acuerdo a la superficie”.

Sobre sus expectativas a futuro, Aisenberg aclara que “lejos de estar en su mejor momento la pandemia y la cuarentena complicaron más al negocio del libro. Dependiendo de su duración veo un corto y mediano plazo complicados, con cambios en el consumo y mejorasrecién a partir del año próximo”.

Por su parte Pablo Braun, fundador y dueño de la librería porteña Eterna Cadencia y de la cadena Estación Libro, relata cómo se vivió la reapertura del local del barrio de Palermo: “Los primeros días era casi lo mismo que no abrir. Y estos últimos por suerte levantó un poco más la compra presencial, que coincidió con la baja de las ventas online”.

A diferencia de Yenny, El Ateneo y Librería Santa Fe, Braun prefiere por ahora no dejar entrar al público, ya que sería difícil, al ser las dimensiones más reducidas, mantener el distanciamiento social exigido: “La medida de seguridad que nosotros tomamos es no dejar entrar a la gente al local. Atendemos mesa de por medio en la puerta. Evidentemente en eso se pierde mucho de lo lindo que tiene la experiencia de ir a una librería, que es la de recorrer los estantes y pasear por los pasillos. Pero hoy para una librería chica cumplir con todos los protocolos de seguridad exigidos es muy difícil. Y no quisiera exponer a la gente ni a los empleados a ninguna clase de riesgo. Por ahora es así”.

Y como buena parte de los locales de la marca Estación Libro -que Braun también gestiona- están ubicados en centros comerciales, por ahora siguen cerrados.

A pesar de atender generalmente a otro tipo de público lector, el ranking de Eterna Cadencia no difiere tanto de los de las grandes cadenas: “Los títulos que más vendemos son ‘Catedrales’ de Piñeiro y ‘Lo mucho que te amé’ de Eduardo Sacheri”, agrega Braun. Y a esos tanques se le agregan libros de editoriales pequeñas o medianas como “¿Quién se hará cargo del hospital de ranas” de Lorrie Moore, “Cometierra” de Dolores Reyes y “Desierto sonoro” de Valeria Luiselli.

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